Las cámaras termográficas convierten en ‘apestados’ a los que tienen fiebre
Si tiene fiebre, quédese en su casa. De lo contrario, le tomarán casi por un apestado. Tal cual. Guarde reposo, ínflese a paracetamol, sude en la cama y olvídese del mundo, porque siempre habrá una cámara termográfica apuntando a su cabeza para averiguar al instante lo que hasta hace poco requería cinco minutos de termómetro en la axila. Esta tecnología, capaz cuantificar el calor de seres u objetos en movimiento, ha venido para quedarse. Estará en todas partes. Vigilará si alguien proyecta mucha temperatura y alertará si supera los 37,5º. | LaLiga impedirá la entrada en los estadios de personas febriles
En todos los casos, las personas febriles tendrán el acceso denegado a cualquier oficina, tienda o recinto público. Dará lo mismo el motivo. «No distinguirá si se trata de un coronavirus, un catarro o un orzuelo», avisa Juan Carlos Martín, director de proyectos de Dahua Iberia, una de las dos grandes compañías que se reparten el mercado mundial de cámaras termográficas. El otro gran jugador global es Hikvision. A distancia de los anteriores se encuentra Siemens Smart Infraestructure, que permite medir de forma ágil y precisa la temperatura de las personas que acceden a cualquier edificio, en su caso vinculado con los sistemas de videovigilancia y control de accesos de las empresas.
Esta nueva generación de dispositivos, cuyo negocio se ha recalentado con el coronavirus, está sujeta a normativas específicas de protección de datos desde finales del pasado abril. Todos estos sistemas deben cumplir los dictados de Protección de Datos, lo que obliga al tratamiento de la información de forma segura y confidencial. También se impide a terceros el acceso o uso no autorizado de los datos y del equipo.
Por lo pronto, la funcionalidad de las nuevas cámaras queda reducida a la identificación de la temperatura de las personas que pasan frente a sus ópticas, siempre de forma anónima y sin cruzar con otro tipo de información. Inicialmente no hacen falta más salvaguardas, ya que la mayoría de las cámaras no almacena los datos, como tampoco lo hacen los termómetros láser. «Los datos recogidos por las cámaras termográficas no van a ninguna parte. No se guardan, ni procesan, ni vinculan personas con rostros y temperaturas. Tampoco se comercializan. Al menos por ahora. Simplemente se limitan a detectar que algo o alguien tiene una temperatura más elevada de lo normal y manda un aviso al instante. Puede ser una persona o una taza de café». Así lo explica Jesús Jurado, cofundador y responsable de operaciones e innovación de Sixphere. Esta empresa sevillana ayuda a las compañías afectadas por el Covid-19 con la puesta a disposición de dispositivos de control de temperatura para la entrada de instalaciones. «Últimamente hemos comprobado lo complicado que resulta comprar cámaras, dada la alta demanda que existe en todo el mundo. Por ahora, sus precios oscilan entre los 1.000 y 1.500 euros, mientras que Sixphere las ofrece con las mismas característica por el coste de los materiales, entre 200 y 300 euros», apunta Jurado. En su caso, el proyecto incorpora impresoras de 3D, cuya propiedad intelectual dona Sixphere a la comunidad para su uso mediante licencia MIT.
Entre 15.000 y 300 euros
Otros sistemas automáticos de medición de temperatura de alta precisión pueden costar 15.000 euros, mientras que los termómetros láser rondan los 80 euros. Eso sí, estos últimos requieren el concurso exclusivo de una persona, con los problemas y riesgos que siempre representa.
La homologación comunitaria para el resto de los equipos siempre es un asunto sujeto a controversia. Ante la creciente relevancia del fenómeno, no han tardado en aparecer las voces que cuestionan las protecciones legales de estas prácticas, así como las brechas de seguridad que quedan al descubierto. Como suele ocurrir con cualquier otra novedad tecnológica, «la regulación suele ir a remolque, sin que ello suponga un freno para su desarrollo», apunta otro especialista que prefiere silenciar su nombre y cargo.
Cláusulas de privacidad
Otros expertos aseguran que los datos recabados por los sistemas automatizados de medición de temperatura personal están sometidos a las mismas cláusulas de confidencialidad y tratamiento de datos de, por ejemplo, las tarjetas de crédito. Sin embargo, no se guarda la información de las cámaras. En cuanto detecta a una persona con la temperatura generalmente igual o superior a 37,5º lanza un aviso y se borra al segundo y no va a ningún sitio, porque no existe un modelo de negocio que lo justifique, aunque podría no tardar mucho en encontrar acomodo comercial.
La cuestión cambia cuando el control lo realizan las empresas sobre sus propios empleados, ya que las compañías se responsabilizan de velar por la protección de la salud de sus trabajadores, según explica Juan Carlos Martín.
Las cámaras termográficas se están popularizando como en su día lo hicieron los arcos de detección de metales, las capturas en vídeo o el control de los acceso a través de la fotocopia del carnet o la toma directa de los datos. Esto último se convirtió en práctica obligada tras el atentado de las Torres Gemelas. Ahora ha tomado el relevo el coronavirus con nuevos protocolos en defensa de la seguridad y la salud colectiva.
El reguero de datos que generará la entrada de una persona a un edificio público, o el tránsito por un aeropuerto o la asistencia a un concierto o a un estadio de fútbol aumentará de forma prodigiosa con la nueva normalidad, según explica a elEconomista un consultor especializado en protección de datos personales. En todos estos sitios circulará abundante información sensible de tipo personal y sanitario. Lo anterior podría complementarse con un documento, quizá un pasaporte de inmunidad, que deberá actualizarse cada poco tiempo y mostrar para poder acceder a cualquier recinto público.
Cámaras del Ifema
La compañía Dahua Technology, especializada en servicios de Internet de las Cosas (IoT) es una autoridad en materia. Suyos fueron los sistemas de medición de temperatura donados al desaparecido hospital del Ifema de Madrid. En concreto, el fabricante donó su solución térmica de monitorización de temperatura corporal en tiempo real, con el objetivo de fortalecer las medidas preventivas y de detección de contagios entre el personal sanitario y el resto de los trabajadores que circulaban por la zona. Esta multinacional china también había instalado infinidad de kits de monitorización de temperatura en hospitales, colegios, estaciones de metro y supermercados de Asia, incluidos los que actualmente funcionan en la zona cero de Wuhan (China).
El funcionamiento de las cámaras termográficas es similar en todas ellas, sin importar origen o fabricante. En el caso de las soluciones de Dahua, consiste en «un kit de monitorización térmica que cuenta con una tecnología que permite medir la temperatura excluyendo otras fuentes de calor, alertando de forma visual e inteligente sobre las temperaturas anormales que se detecten», según explica la empresa a través de un comunicado.
«Este control de temperatura se compone de un blackbody, colocado en el campo de visión de la cámara térmica, que proporciona una referencia de temperatura constante y precisa, pudiendo auto-calibrarse, algo imprescindible para mantener la alta precisión de la medición. Esta medida obtiene una precisión de más/menos 0,3 grados centígrados, y sin contacto físico con la persona. Además, la cámara térmica proporciona simultáneamente una imagen visible de alta resolución junto a una imagen térmica de la escena, identificando la temperatura individual de cada persona». Con la ayuda de un algoritmo de inteligencia artificial diseñado por Dahua, «el sistema es capaz de reconocer en las figuras humanas específicamente su rostro, midiendo así la temperatura en su frente con gran precisión, y excluyendo cualquier otra fuente de calor cercana dentro del rango de aproximadamente tres metros, que pudiera constituir una falsa alarma». Sus «kits permiten medir la temperatura de 5.000 personas, con un termómetro frontal necesitaríamos probablemente más de cuatro horas, ya que se tarda un mínimo de tres segundos en medir individualmente su temperatura. Sin embargo, utilizando la solución térmica de Dahua, solo serán necesarios 30 minutos. Por ello, este sistema ha sido uno de los principales dispositivos en la ayuda de prevención y control de esta pandemia de todo el mundo».
Ausencia de mascarillas
Por su parte, el modelo de la empresa Sixphere incluye una pantalla de control de 7 pulgadas, valorada en 50 o 60 euros, y una cámara de gama media, cuyo coste puede rondar los 60 y 70 euros, así como un software de código libre que corre sobre un pequeño equipo Rapsberry. En este caso, el modelo de Sixphere no solo señala a las personas con fiebre, sino que también alerta de las que no llevan colocada una mascarilla. Para lograrlo, la herramienta utiliza el tratamiento de imágenes tomadas por dos cámaras, una térmica y otra normal.
Derecho de admisión
Los edificios de oficinas, centros públicos, establecimientos, comerciales, bares, restaurantes… cualquier local podría hacer uso del «derecho de admisión» para no autorizar el acceso a las personas que den positivo de fiebre. Sería comparable a un hotel de gran lujo que impide la presencia de huéspedes ataviados con bañador en sus restaurantes, por ejemplo. Para que la prohibición no resulte discrecional, basta con incluir este tipo de consideraciones en las normas del local o con un parte que «prohíba la entrada a las personas que ofrezcan un nivel de temperatura corporal igual o superior a los 37,5 grados», por ejemplo. Eso sí, las mediciones deben realizarse varias veces consecutivas, con periodos de espera de varios minutos en caso de reincidencia, para no registrar como febril a una persona que ha llegado corriendo. El tratamiento de los datos tampoco será problema, ya que este tipo de cámaras no almacena información sensible. Como si fuera un termómetro láser, simplemente se detectará al sujeto que representa un posible vector de riesgo y se le apartará sin necesidad de conocer su nombre, dirección u otros datos personales.
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